domingo, 2 de junio de 2013

Ella

Irrumpiste en mi vida, del modo en que lo hace la luz en mi habitación cada mañana. Apareces en un momento en que ella se ganaba un espacio en mi vida. Y es que ella siempre me fue ajena. No es que la rechazara, en realidad no había oportunidad de sentarnos a conversar. Creo que no me sentía, y siento aún, capaz de entablar diálogo para mantener su compañía por un buen tiempo. Por eso me escondo ante ella. Exponerme me dejaría en una situación desconocida y en que no sé como actuar.

Pero contigo si sé cómo. Nace desde muy dentro, fluye y lo dejo ser. Te miro, te hablo, te pienso, y me detengo aquí. No quiero que crezca, y en eso ella me ayuda. Ella me dice que esta vez debo darle la oportunidad que nunca le di. Ella me conoce mejor que yo mismo. Es sorprendente como me susurra y convence de desistir cada vez que quiero saber de ti.

Ella me desea del mismo modo que yo a ti, quiere mi atención y pensamientos. No quiero saber de ti. Aunque es sincera y me dice que no estará para siempre, sabe que ahora ella es lo mejor que me puede pasar. Que la necesito de un modo muy elemental. Que si me inclino en buscarte y ver tu sonrisa me perderé y volveré sobre lo mismo. Es decir, alejarme de ella, olvidarla y causarle el dolor de no haberlo intentado.

Ella me ha esperado desde los 16, pero la he ignorado. Y es que no esperabas mucho para aparecer nuevamente como ahora. Con esa calidez de costumbre. Esa sonrisa que hipnotiza y esa mirada franca y juguetona. Esa lucidez para decir las cosas y ese sarcasmo que solo hace que me gustes más. Sin embargo esto ya lo he vivido. Sé a qué juegas. Pasa que soy mal jugador y me encanta perder porque creo que luego ganaré.

Ella me llama y no puedo ahondar más en esto que significas tú. Es su momento y ni yo puedo evitarlo.

(continuará)





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